“La apoteosis del Poema“. Por Cristina Pizarro, acerca del poemario En el rigor del silencio, de Emil García Cabot.
LA APOTEOSIS DEL POEMA
Emil García Cabot. En el rigor del silencio. Banfield: R y C Editores, 92 pp. 2013.
ISBN 978-987-1331-98-7
CRISTINA PIZARRO
“La mirada del otro nos fiscaliza,
nos desnuda, nos da temor.”
- P. Sartre, A puerta cerrada
La lectura de En el rigor del silencio nos invita a hacer un viaje al silencio. Es una inauguración a un mundo donde lo primordial es la escucha. La escucha de los sonidos de la naturaleza. La escucha de las palabras de los otros, todas las voces que constituyen el pensamiento poético, en ese cosmos de poemas inacabados que fecundan en el otro.
Un título con muchas connotaciones. Blas Pascal, filósofo francés (1623-1663), expresó en sus Pensamientos: “He descubierto que toda la infelicidad de la persona deriva de una misma fuente: no ser capaz de estar sentado tranquilamente en silencio a solas consigo mismo” (162). La palabra ‘rigor’, significa ‘severidad, dureza, firmeza, solidez, crudeza, rigidez, inflexibilidad’. La palabra ‘silencio’, viene de silentium, y del verbo silere, ‘estar callado’. Nos remite a la taciturnidad, la moderación, la sobriedad, la sensatez, la discreción. El silencio es quietud, inmovilidad del cuerpo. Nos lleva a una respiración consciente, ligada al espíritu o pneuma. La mente sosegada, atenta y despierta busca el centro. Ese silencio de la mente también es el ojo de la percepción. La poesía nos permite escuchar el silencio, ir hacia el corazón. La palabra silencio es utilizada para movilizar todo el haz de connotaciones que es capaz de sugerir. También el alma es un mandato del silencio. En el recogimiento hay un lenguaje esencial. (RB6) Regla de San Benito, capítulo 6: “La taciturnidad” (26).
El silencio implica la escucha y el habla. La palabra que buscamos habla en el silencio de nuestro mundo interior. El silencio causa perplejidad, extrañeza, angustia, misterio. Hay distintos tipos de silencio: la pausa, el intervalo, el lapso. ¿Cuál es el silencio de Emil García Cabot?
El autor ha elegido como apertura de su libro, una cita de Plotino, filósofo griego neoplatónico místico, del siglo II: “Un reino del solo hacia el solo” de las Enéadas, que nos llevaría a hipotetizar la búsqueda de unidad de una postura filosófica de orientación monista, es decir, que considera que el universo está constituido por un solo origen (arje), a diferencia de las posturas dualistas. En el monismo, el universo está constituido por un único principio o sustancia. (Parménides, Heráclito, Spinoza, Leibniz, Berkeley, Hegel, Hume). En el dualismo, aparecen dos polos, dos principios antagónicos. En Descartes, por ejemplo, espíritu y materia. Hay un conflicto de las unidades entre lo uno y lo múltiple.
Emil García Cabot dibuja tres hitos para configurar su mundo poético a través de tres poemas que tienen el título de Estación, manteniendo casi el mismo número de textos para cada uno, los que sumarían 76. Esas tres estaciones, moradas, podrían ser los estados del alma, es decir, las estancias en donde el poeta se detiene para hacer su recorrido. Podemos observar que esas tres estaciones nos marcan diferencias en el estilo de los poemas, desde un estilo más barroco y elaborado en el comienzo a otro estilo más ligero que trasunta lo etéreo del ser. El alma es el lugar que precede a la palabra, es el aliento, es el soplo interior, que anima. Cuando hablamos, estamos sacando aire, respirando con sentido humano, es decir, con palabras. El alma sería el mandato del silencio.
En la Estación I se alude al espacio y al tiempo: el camino, la hora. Habrá una predicción del destino sobre la vida muy ligada a la naturaleza, en este caso focalizado en el médano, que depende de los caprichos del viento y las mareas. La marcha es la vida, un movimiento azaroso, que nos remitiría al texto de Stéphane Mallarmé (1842-1898): “Una tirada de dados jamás abolirá el azar”. El azar es la muerte, los dados que son arrojados al azar, por los cuales se muere y solo significan el movimiento azaroso que hace entrar en el azar.
Con un ritmo cercano a la poesía barroca, el poeta expresa su meditación en un marco de conflictividades y opuestos, asimilables a la búsqueda de la iluminación después de atravesar el largo y noble óctuple sendero, como lo transitó Buda para comprender las nobles verdades y el origen del sufrimiento: “no es en el dolor que se agoniza,/porque el dolor/ nos retoña a cada instante”: “Existencia” (9). Ante esta existencia, ese ‘estar en el mundo’, el poeta quiere esculpir el pensamiento y la palabra, que irá cincelando en un acto de fe. La palabra cincel y buril se reitera en varios versos (10, 17, 23, 49, 55). Hay una mirada asombrada que se dirige a la verdad del silencio. En ese callar y mirar, el poeta descubre la realidad que le muestra el mundo por el que transita. Una religiosidad del vivir lo traslada a querer sobrellevar el abismo hacia la altura. Subir, ascender a través del pensamiento: “Altura” (12).
Lo transitorio, lo efímero está desplegado en un espectro de la palabra ‘adioses’, del silencio, del murmullo. Un vendaval de adioses, los adioses del silencio, un piélago de adioses, el adiós irremediable: “De paso” (13). Por otro lado, el sonido bilabial, primer sonido que emitimos, se despliega de manera lúdica, con la reiteración de la palabra ‘Vida’: “Del vivir (14).
El tema de la identidad cobra relevancia en “Desolación”: “en qué representación estoy/que no me veo en los otros” (27). También en el poema “Constatación” (32):
Descarnándome estoy,
agua viva
en las revueltas aguas de la vida.
Pero aún así
hombre soy
o no sería este dolor
que me delata en las palabras.
La indagación filosófica y el hondo desprendimiento de la materia van cerrando la primera estación.
En la Estación II el poeta va escrudiñando y desentrañando a través del uso de un lenguaje metafórico, inspirado en elementos de la naturaleza. Podríamos pensar en una postura heideggeriana, asentada en que somos seres para la muerte, hacia la muerte. Un universo semántico constituido por elementos de la pesca: las mallas o redes que nos dejan atrapados. Siguiendo a Emanuel Levinas, la muerte no constituye una carga negativa para el existente, sino al contrario, se entiende en sentido positivo, en tanto apertura y anuncio de la alteridad, que es condición indispensable para la construcción de la subjetividad, que es vía de la trascendencia. Hay una necesidad de trascendencia ante la inminencia de la muerte y la constitución de la subjetividad para alcanzar la trascendencia.
El poeta expresa lo impermanente y ante la proximidad del morir, en una imprecación interrogativa al señor en “Exilio” (38), y busca en la indagación el ser y en el cincel de la palabra, la verdadera unción. Esta palabra también se repite en las páginas 40, 42, 65, 74, 76 y en “Exhortación” (42). También la extrañeza en el rostro del otro, que hasta podría convertirse en sombra, más allá del tiempo: “Certidumbre” (48), la entrega al mundo: “Para qué” (69), ”Impotencia” (70). Por la palabra convoca a la liturgia de cada día. Esa “hoguera de palabras” se convertirá en el rito iniciático y ceremonial para la exorcización terrenal: “Ceremonia” (50). El poeta nace en el río, en las aguas, al modo de los presocráticos en la búsqueda de los orígenes: “Alumbramiento” (52).
En la Estación III, el poeta va descifrando la incógnita del ser, observa el cosmos, indaga en los recuerdos, se detiene en el devenir para seguir interrogando sobre su paso ante el tiempo. La palabra silencio en su amplia vertiente significativa, aparece en varios versos, por ejemplo: “acallados los rumores de la sangre,/habla el silencio”: “Al filo de la noche” (65). Una posible alusión a la Tabla Esmeraldina, texto breve atribuido a Hermes Trimesgisto, un personaje mítico (traducido del latín al inglés por Newton), cuyo propósito es revelar la sustancia primordial, que han seguido los alquimistas, podría encontrarse en: “contemplo,/sorprendido,/el arriba y el abajo,/las aguas transparentes/donde el fondo verdinegro/[….] ¿Qué enigma el firmamento?/y yo,/qué brizna,/¿vilano conducido por el aire/o un divino segmento del Misterio? “Pequeñeces” (67). Considero asimismo que un enfoque similar correspondería a la alusión del verso de Píndaro (518-438 aC), poeta griego revalorizado por Goethe y Hölderlin, “en el cielo es ver, en la tierra es acordarse”, del poema “Contramarcos” (47).
El poeta intenta trazarse a sí mismo por medio de la luz, por las palabras. Se entrega al destino azaroso, ya sea por el juego de los dados, las intromisiones de la Kabbalah, remedando el estilo borgesiano, y se encuentra ante lo dilemático del ser en su imagen o su espejo. Magnífico poema es “Contraluz” (71).
Esa intención de unidad que inquiere el poeta se pone de manifiesto en el poema “Armonía” (82). Con la cita de The ceremony of innocence del poeta, pintor y grabador inglés del siglo XVIII, el visionario William Blake (1757-1827). Emil García Cabot expresó lo siguiente:
William Blake, el poeta del alma, como ha sido reconocido, aboga por el estado angelical-hombre, representados principalmente por el niño (child) y el cordero (lamb). La Ceremony of Innocence no alude a un poema en particular sino al conjunto de las Songs of Innocence. Es, por lo tanto, una frase-desprendimiento de ellas. La intención de Blake, a lo largo de su poemario, es la de que el hombre perdure en ese estado que los Ancianos llamaban la Edad Dorada. La situación opuesta la ha de manifestar en The Marriage of Heaven and Hell. El hombre sumido en la experiencia de la vida, a lo largo de la cual se contamina y debiera refrenar instintos y deseos hasta que se vuelvan sólo (sic) sombras, según lo declara en la introducción a dicho libro. Por lo tanto, más que en la ceremonia del Casamiento del Cielo y el Infierno (¿un acuerdo o conciliación del hombre con sus pasiones, el hombre debiera celebrar la Ceremonia de la Inocencia. De ahí mi poema: procurar la armonía en la vida para hallarnos con nosotros mismos. Si no lo logramos, los titubeos no son del universo sino nuestros. De manera que será armonizando con la naturaleza (el otro punto fuerte pregonado por Blake) que se nos prodigará «la música del mundo”. (82).
Emil García Cabot busca diseñar su propia cosmogonía, en la que el agua y el aire están muy presentes como principios de la creación del ser. El tema del silencio nos conduce a pensar en un camino orientado hacia la ascesis por medio de la palabra poética. Para el poeta, el silencio sería lo previo a la trascendencia, siguiendo a Karl Jaspers, o la puerta de entrada a la sabiduría, según San Juan de la Cruz.
OBRAS CITADAS:
Benito de Nursia, La santa regla, Madrid: Biblioteca de autores cristianos, 2006: (26)
Blake, William, Antología bilingüe. Madrid: Alianza Editorial, 1987: (36)
García Cabot, Emil, en carta a la autora, Buenos Aires, 5 de septiembre de 2013.
Garcia Cabot, Emil, poema “Armonía” (82), En el rigor del silencio, Banfield: R y C Editores, 2013.
Levinas, Emanuel, El tiempo y el Otro. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, 1993: (109-120).
Mallarmé, Stephane, Poesías seguidas de Una tirada de dados. Madrid: Ediciones Hiperion, 2003.
Pascal, Blaise, Pensamientos. Madrid: Alianza Editorial, 2009: (162).