PREMIO ECHEVERRÍA
TEXTO LEÍDO POR EMIL GARCÍA CABOT DURANTE LA CEREMONIA DE OTORGAMIENTO DEL PREMIO ECHEVERRÍA 2017, CON QUE GENTE DE LETRAS DISTINGUE ANUALMENTE A NARRADORES, POETAS Y ENSAYISTAS.
¡Lo que pueden los vientos del olvido! Que de algo tan pretérito hoy se hable como si fuera algo nuevo. ¿O es que tratándose de un hecho histórico registrado también por la Literatura, necesita que sea ella la que mejor nos testimonie y clarifique la crucial envergadura de aquellos períodos de nuestra historia que sólo nos acarrearon mediocridad, disgustos y tristezas, políticamente hablando? El haber sido distinguido con el Premio Esteban Echeverría que Gente de Letras otorga anualmente a narradores, poetas y ensayistas desde hace ya mucho tiempo, me impide pasar por alto que el despotismo sufrido por Echeverría en su época, quedó rotundamente asentado en su alegórico relato El matadero. Una dicotomía semejante a la que pintan el Facundo y Civilización y barbarie de Domingo Faustino Sarmiento, con obsecuentes resultados por añadidura, ya que todavía hoy perduran entre nosotros los trágicos resabios de aquella grieta en la que con Echeverría de un lado y Rosas del otro, el dominio ejercido por el tirano lo obligó –al igual que a Juan María Gutiérrez y a Juan Bautista Alberdi–, a exiliarse en Uruguay al comprender que su situación personal se había vuelto una cuestión de vida o muerte para ellos. Malhadado continuum de grieta y abismos que no nos son ajenos cada vez que el autoritarismo ha pretendido maniatarnos con las más crueles vilezas de que es capaz un régimen de semejante naturaleza.
Pero ahondando en el tema de las dicotomías, encontramos que la oposición de sus partes no siempre es fatalmente negativa, ya que es mucho lo que en el mundo se construye con resultados positivos a partir de la unión de dos opuestos. Valga entonces este ejemplo: hace apenas unas semanas el maestro Barenboim, tan reflexivo no sólo en su arte sino también en las lides del pensamiento por su postura frente al conflicto Palestino-Israelí, nos recordó que la dicotomía denominada “contrapunto” en el campo de la teoría musical, no es otra cosa que una contraposición de voces que tratadas en concordancia armoniosa, enriquecen la música, contribuyendo a su particular unicidad de excelencia.
Se hace evidente, entonces, que para que una dicotomía no resulte ni nociva ni nefasta, depende de la elevación de miras de quien la aborda. Ya que aplicadas a la vida de una Nación, las abusivas y prolongadas disrupciones en la conducta ética de sus gobernantes –a menudo fruto de enconos y desavenencias de raíces centenarias–, terminan por trastrocar el arte de gobernar, hasta generar la anti Ley. Y de sobra se sabe que el quiebre del Orden Institucional –esencia del Estado de Derecho–, conduce a fagocitarlo, con las por demás conocidas consecuencias de degradación del país donde se ejercen.
Todo esto vio y preocupó, muy seriamente, a Esteban Echeverría.
De manera que hoy, ante lo que golpea no sólo a nuestras puertas sino también a las de otros países de América –e incluso del mundo entero, a juzgar por los hechos que lamentablemente se producen casi a diario–, al recibir un Premio que es evocatorio del ciudadano que durante la primera mitad del 1800 luchó con su sola palabra contra el ejercicio del autoritarismo y la fuerza que socavaban nuestra dignidad como Nación libre y democrática, no puedo menos que agradecerlo fervientemente, por lo honroso que me significa que mi nombre quede, de ahora en más, humildemente ligado al suyo.


Emil García Cabot