EL VIENTO Y LA BRUMA (cuentos, Ed. Nubla, 1998).
De El extraño llanto de Juan Serrano, perteneciente a “Puerto San Julián” (fragmento):
No sé a qué hora Juan Serrano se acostó aquella noche, pero sí puedo asegurar que yo tampoco podía conciliar el sueño, un poco por lo que había pasado, y otro poco por los pasos que de acá para allá daba mi Capitán en su cámara, contigua a la mía. Hasta que un sonido, un sonido muy humano, que quizá yo no había vuelto a oír desde mi niñez, me hizo levantar la cabeza de la almohada: sí, ése era, aunque ahogado, el inconfundible llanto de un hombre.
De El olvido, perteneciente a “Puerto Deseado” (fragmento):
Mientras descendía hacia el puerto, vio dos o tres barcos chicos amarrados al muelle, pero ninguno era el “Gregorio”.
La solitaria ría del Deseado llevó a Celina a preguntarse si sería cierto lo del naufragio de Naveira. Un par de días más y tendría que regresar a la estancia. Pasado un rato, oteó de nuevo el horizonte, incrédula de que no apareciera aquel punto, aquel pequeño manchón verde y movedizo que le era tan familiar, y emprendió el regreso muy lentamente, porque ir cuesta arriba la fatigaba.
De Toda las voces, perteneciente a “Puerto San Antonio” (fragmento):
Con la cabeza hecha algo así como una amasadera, a Antonio los pensa-mientos se le figuran recuerdos y medio se achucha, ni más ni menos que cuando se acuesta con el estómago vacío o se ha quedado dormido y no tiene otro remedio que irse sin los mates de la mañana, porque las lanchas ya regresan pitando y no es cuestión de dejarse ganar de mano en ayudar a descargarlas por un poco de pecado fresco.
Emil García Cabot